Los contravalores son
obstáculos, actitudes hostiles o negativas que generan una disfunción en el
seno de toda sociedad. Así, desde este punto de vista, llamamos “contravalores”
a todo aquello que se opone al crecimiento armonioso de la personalidad y por extensión,
del propio desarrollo del ser.
Todos somos libres de vivir nuestros valores o contravalores, sin embargo,
actualmente la sociedad cada vez nos propone más posibilidades de desarrollar
los contravalores que los mismos valores. Con demasiada frecuencia nos dejamos
atrapar por estas propuestas que la sociedad moderna nos propone y pensamos que
la felicidad y la satisfacción nos llenarán desde el exterior.
Sólo la persona autónoma valora críticamente los propios valores y
contravalores que surgen en su entorno. Desde la autonomía somos capaces de
interiorizar, contrastar y elegir la orientación de la vida a partir del propio
sistema de valores y contravalores.
La sociedad de hoy rechaza la percepción subjetiva de los valores por parte del
individuo, que desvirtua su carácter absoluto y universal. Recurrir a los
contravalores permitirá tomar conciencia de la auténtica valía y dirección que
se quiere que éstos tomen en favor del progreso humano.
Lo opuesto al valor, lo denomina contravalor, todo valor, por tanto, va unido a
un contravalor que es conveniente evitar. Por ejemplo: amor-odio,
justicia-injusticia, libertad-opresión.
Esta contraposición permite a la sociedad priorizar unos valores sobre otros y
juzgar cuáles son fundamentales y de obligado cumplimiento. La dinámica de
oposición valor-contravalor puede ayudar a guiar las acciones evitando no caer
en el contravalor y así mejorar la convivencia en sociedad
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